Esta realidad ha motivado que el centro de interés que da sentido a la noción de biblioteca se vaya desplazando, lentamente, de la colección material de libros disponibles al acceso digital a todos los títulos publicados, abriendo las puertas a campos y territorios cuya exploración —como hace el propio proyecto Nubeteca— ha de deparar una geografía nueva que transforme el paisaje de la lectura: de la lectura en préstamo a la lectura social. Un mundo distinto, en el que la convivencia entre lo viejo y lo nuevo, entre el libro de papel y el libro digital —como todo lo que el ser humano ha transformado haciéndolo civilización y no barbarie— pueden y han de convivir, puesto que representan maneras acumuladas de llegar al mismo punto: el enriquecimiento del espíritu a través del hallazgo.
La imprenta a partir del siglo XV y las bibliotecas públicas a partir del XIX rompieron los moldes donde se contenía el bien universal de la lectura y, por lo tanto, del conocimiento. El siglo XX ha sido, en este sentido, el de la alfabetización de la población y la democratización de la lectura con el abaratamiento de los libros y su disponibilidad en las bibliotecas, ya convertidas en lugares sociales imprescindibles.
En el momento actual, la biblioteca se encuentra en un proceso de cambio. El nuevo entorno digital ha hecho posible que los servicios que presta sean más participativos, abiertos y dinámicos gracias a la colaboración activa de los lectores y de la disponibilidad de las conexiones y redes de intercambio, que han ensanchado la oferta de servicios y la generación de posibilidades inéditas que la limitación del espacio físico y de la dotación de títulos no permitían hasta hace muy poco.